martes, 21 de febrero de 2017

Patentes, ¿ resultado u objetivo de la investigación?

En esta última actividad nos centramos en el delicado mundo de las patentes. Delicado por la postura moral y política que nos obliga a tomar replantearnos su existencia, especialmente en algunos campos del conocimiento como la medicina o biomedicina.

En ningún momento de mi formación universitaria he estudiando algún tema o realizado alguna actividad sobre las patentes, sus requisitos o características. Puede que se debido al área a la que me dedico (ciencias de la vida), ya que imagino que otras ramas del conocimiento más orientadas al diseño y desarrollo tienen más presente el término "patente" debido a las salidas laborales que ofertan este tipo de carreras.

De forma similar a otras ciencias de la vida, la nutrición pretende comprender mejor el funcionamiento de nuestro organismo y hay mucha investigación básica para profundizar en las rutas metabólicas y hormonales que rigen nuestro organismo (también solapando con otras ciencias como la bioquímica o biología humana) o por otro lado el efecto en la salud del patrón alimentario. No obstante también hay muchos proyectos de investigación que evalúan la efectividad de la suplementación de nutrientes o incorporación de algunos productos en nuestra dieta. En este último tipo de investigación sí tendría cabida la solicitud de patentes. A diferencia, una dieta o una técnica culinaria no podrían patentarse, no cumplirían con varios de los requisitos para desarrollar una patente. Más bien hablaríamos de propiedad intelectual, no industrial. Sí sería más razonable en un producto funcional elaborado con una mezcla mágica de ingredientes que ayude a prevenir o tratar enfermedades.

Buscando en la red sobre casos de patentes en mi campo he leído varias entradas sobre la patente de semillas, especialmente de cereales. Vi varias referencias al caso de semillas de soja modificadas genéticamente. Este caso me recordó al debate sobre patentes de genes o vacunas que comentamos en la primera referencia de esta actividad y la última sesión presencial respectivamente. En este enlace hay una noticia sobre la polémica que genera el comercio de semillas GM y en  este otro una empresa dedicada a la biotecnología y agronomía justifica el desarrollo de patentes en el que se basa su actividad.

Mi proyecto de tesis implica el estudio de un pienso complementario y  la valoración de su utilización como producto terapeútico, concretamente en la enfermedad diabética y obesidad. Si en cierto punto se encuentra evidencia suficiente para demostrar el efecto beneficioso de este producto, quizás la empresa productora podría patentarlo. No obstante, por asuntos tanto económicos como legales,  creo que a la empresa le resultará más beneficioso contar con el secreto industrial y no clasificar tanto el producto, para tener una mayor libertar en la producción y comercialización del producto.






lunes, 6 de febrero de 2017

Parece que la ciencia gusta más de lo que cabría esperar...

Es quizás lo que más me ha captado de las lecturas recomendadas. En investigación siempre nos dedicamos a un tema y área bastante específico, podríamos pensar que somos unos frikis de nuestro tema y nos gusta porque sí. Que nadie más (fuera del entorno de la ciencia) podría ser capaz de ver el beneficio que supone profundizar en dicho campo del conocimiento. Es cierto que las personas que se dedican a la ciencia suelen ser de naturaleza curiosa,  y parece otros ciudadanos dedicados a otros sectores profesionales también puede compartir cierto "respeto" por la actividad investigadora y valorar (al menos ligeramente) los beneficios de la misma.

Para las nuevas generaciones que nacen con una tablet debajo del brazo el mundo digital es algo natural, evidente, pero la generación de nuestros abuelos pensaría que es una locura conducir un coche con electricidad o poder hablar mediante una pantalla con un familiar que vive a miles de kilómetros de distancia. Estamos acostumbrados a muchas comodidades y tecnologías que hemos ido implantando en nuestra rutina en los últimos años, y que derivan del trabajo de científicos y tecnólogos.

Me parece un alivio saber que hay (algo de ) conciencia sobre el potencial que tiene avanzar en el conocimiento y lo que supone progresar como sociedad. No me parece raro que el principal interés que indicaron los encuestados esté relacionado con la salud y la enfermedad. Casi todas las semanas podemos ver en el telediario alguna mención a avances médicos, bien un nuevo tratamiento farmacológico para determinada patología, bien un nuevo mecanismo que permite entender mejor el desarrollo de otra enfermedad. Y lo cierto es que ver dichas noticias genera cierto alivio. Al menos a mi me lo genera,  a pesar de saber que los titulares que ofrecen están muy simplificados y solo son los primeros indicios para futuras líneas de investigación.

Por otro lado, me llama la atención que no haya un conocimiento extendido sobre la capacidad investigadora de las Universidades. Es cierto que dentro de la propia universidad no somos conscientes de los grupos de investigación existentes a no ser que estemos interesados e intentemos contactar con algún grupo o investigador. Lo digo por experiencia propia. Si en el propio entorno universitario no hay promoción y divulgación de los conocimientos generados por sus propios grupos investigadores, parece normal que personas ajenas a la vida estudiantel no tengan una mera idea de que existe investigación y no sospeche que también puede haber calidad científica realizada por docentes investigadores.

Bicheando algunos datos del FECYT del año 2015, me llama la atención que un 21.8% de la actividad investigadora se centra en ampliar el conocimiento básico, frente al 41% de investigación aplicada y 37.2 % para el desarrollo tecnológico. Aunque sea el porcentaje más bajo, la investigación básica supone un mayor peso del que pensaba. Y en realidad me alegra, ya que si toda la actividad de desarrollo del conocimiento se basa en aplicaciones que benefician potencialmente a la industria, en unos años perdería el interés conocer cómo se comportan las células, por qué los animales se comportan de determinado modo o cómo funcionan los sistemas. Se perdería entonces el encanto de investigar para saber más y entender mejor nuestro mundo, sin contemplar a ningún "potencial comprador"...



jueves, 2 de febrero de 2017

El fraude en las ciencias de la alimentación

En esta nueva entrada presento un caso de fraude relacionado con el campo de la nutrición y ciencias de la vida. De forma similar a la entrada anterior nunca me había planteado casos de fraude en investigación en nutrición, por lo que esta actividad me ha servido, de nuevo, para ser " más culta" en mi campo. Por otro lado, aunque no se trate de fraude como tal, este campo del conocimiento cuenta con multitud de mentirosos, más expuestos pero menos castigados (llámese falsos gurús de la nutrición o la inocente industria alimentaria) que manipulan la información y venden a la población general dietas milagro o productos estrella que reducirán los niveles de colesterol, aumentarán el gasto energético o reducirán la celulitis mientras disfrutas de un chocolate light sin grasas con galletas digestive.

El caso que he encontrado es el del ya fallecido investigador Dipak K. Das. Graduado en India, su país natal, comenzó a trabajar en el Centro de Salud de la Universidad de Connecticut donde realizó su labor investigadora y se centró en gran parte de ella (parece que cerca de 117 artículos) a estudiar el potencial de un compuesto presente en el vino tinto, el resveratrol.  Se centraba concretamente en los beneficios cardiovasculares.

Según escribía en 2012 The New York Times en la sección de ciencia, las sospechas sobre la dudosa naturaleza de sus resultados comenzaron al evidenciarse la falta de experiencia de su equipo de investigación en realizar una técnica de laboratorio que exige ciertas competencias. A raíz de aquello continuaron investigando y hallaron datos sospechosos que terminaron considerándose inventados. Se interrumpieron todas las investigaciones del químico y también perdió su otro puesto de trabajo como editor de revistas científicas.

A pesar de la gran magnitud del fraude de K. Das y su retrasmisión del compuesto fenólico como beneficioso para la salud, no creo que sus publicaciones amañadas hayan tenido un efecto negativo muy trascendental. Con esto no quito ni mucho menos importancia y gravedad al caso, pero hay otros muchos estudios que sí han demostrado el gran potencial de este compuesto, y la invención de K. Das no habría alterado en exceso la secuencia de la investigación en este tema tan concreto. No obstante, es una línea de investigación orientada a la solución de problemas de la salud, por lo que inventar cualquier información, en especial resultados experimentales, significa aceptar la puesta en peligro (por muy mínima que sea) el bienestar de muchas personas. Además, debido a las considerables financiaciones estatales que recibió para su investigación fue investigado de forma muy escrupulosa, y le pidieron la devolución de dichas ayudas para investigar. Como curiosidad el científico falleció antes de finalizar su juicio.

Tal y como hablamos en la primera sesión presencial de la asignatura, los científicos están bajo mucha presión para publicar, publicar y más publicar. Por ello, si aumentan las exigencias pero NO lo hacen los recursos disponibles (tiempo y dinero) se mantienen o incluso disminuyen, habrá que utilizar algún truco para hacer magia. Esto no justifica ningún tipo de fraude o mala praxis. Nada podría hacerlo, sería perder el sentido de la actividad investigadora, huir de la verdad. Pero sí nos podría servir para hallar la causa de esta situación e intentar frenarla.

Volviendo de nuevo al tema de las publicaciones falseadas,  me parece de mucho sentido el razonamiento que aparece en algunas de las entradas sugeridas  sobre el NO aumento significativo de fraude, sino  la mejora y precisión de la metodología utilizada para encontrarlas. Y también entiendo que ha aumentado la preocupación, aunque sea de forma interesada por parte de las revistas científicas, sobre la veracidad de lo publicado. Se han visto en la necesidad de crear un auto-filtro más exhaustivo para mantener sus status sobre otras revistas de evidente menor calidad.

Otro asunto, también mencionado en la presentación de la asignatura, es la falta de publicación de resultados negativos. Entiendo que esta situación es diferente en una investigación privada propuesta por una empresa/industria frente a un centro de investigación dedicado a la investigación de patologías o calidad de vida (por poner un ejemplo que me resulta más cercano). Pero si ese resultado que no cumple con nuestra hipótesis de partida pudiera generar información útil para mejorar la salud de las personas o de forma indirecta orientar otras líneas de investigación hacia otros razonamientos más óptimos, sería altamente deseable  ese intercambio de datos. También por el esfuerzo y tiempo invertido por los investigadores implicados, ya que trabajo no publicado es trabajo que no ha existido.